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martes, 17 de julio de 2012

La Herencia de Rajoy

Se ha hablado mucho en los últimos meses de la herencia de Zapatero. Desde el Gobierno, casi todo ha tendido a justificarse con la pesada carga de la que ha tenido que hacerse cargo al tomar posesión. ¿Por qué subimos el IVA? Por la herencia de ZP. ¿Por qué quitamos la paga extra a los funcionarios? Por la herencia de Zapatero… Y así con todo.
Y, sin embargo, el argumento político de echarle las culpas de la situación crítica que atravesamos al anterior inquilino de La Moncloa tiene, como tantas otras veces, su truco. Y no es que sea mi intención justificar la etapa de Zapatero, que con todo mérito pasará a la Historia como uno de nuestros gobernantes más chapuceros y tontainas.
Porque ¿cuál es la herencia maldita legada por ZP? Al Zapatero de antes de la crisis será difícil echarle en cara gran cosa: no desde luego desde el Partido Popular. Su política económica fue mayormente continuista y se limitó a disfrutar de la bonanza de los años de la burbuja. Como hizo el último Gobierno Aznar… y como hicieron sin excepción todas las CCAA en las que gobernaba el PP. ¿Que no hizo cuando debía las reformas estructurales que necesitaba el país? Sí, sin duda. ¿Pero es que cabe pensar en serio que Rajoy –ese hombre pusilánime y de tan pocos vuelos- las hubiera hecho si hubiera gobernado entre 2004 y 2008? Así que no sé, a uno se le antoja que no es esta la herencia que echan en cara a Zapatero desde el PP.
¿Es entonces la labor de gobierno de Zapatero desde que estalló la crisis la que nos cuesta tan cara ahora…? Pues sí, probablemente. Zapatero no supo ver la crisis que venía, no entendió sus causas y ofreció soluciones que no hicieron más que agravar nuestra situación económica. Pero, de nuevo, un poco de modestia no estaría de más en el PP, que lleva algo más de seis meses en el Gobierno y ya ha dado sobradas muestras de incompetencia, de no saber por dónde vienen los tiros y de ofrecer soluciones equivocadas (hasta el punto de que ha tenido que venir la UE a imponer un cambio de 180º en las políticas que proponía inicialmente el PP). Y eso que el PP tenía la ventaja de contar con el contraejemplo de la gestión de la crisis de ZP. No me cabe duda de que, si el PP hubiese estado a los mandos de la nave gubernamental cuando estalló la crisis, su gestión de la misma hubiese sido al menos tan lamentable como la de Zapatero…
Ah, sí; se me olvidaba: el asunto del déficit oculto. ZP dijo que dejaba el negocio con un 6% de déficit que luego resultó que era el 8%. OK. Pero, de nuevo, un poco de prudencia no estaría de más, porque buena parte de ese déficit oculto venía de las CCAA, muchas de ellas gobernadas por el PP. Así que algo de culpa también tienen en esa herencia.
Acabar quiero recordando también otra herencia que no es de ZP, sino directamente de Rajoy. Y es que, si tenemos en cuenta que ha sido el escándalo de Bankia el que ha precipitado nuestro rescate (y la posterior oleada de recortes), no conviene olvidar la responsabilidad (directa, incómoda, difícilmente justificable) de Mariano Rajoy en el nombramiento de Rato para Bankia (por no hablar de otras intervenciones del PP en Caja Madrid/Bankia por parte de Aznar y Esperanza Aguirre).

domingo, 23 de agosto de 2009

Una Costumbre Constitucional

Una costumbre jurídica es una norma no escrita que regula una determinada parcela de la vida social porque existe entre los destinatarios de la norma la conciencia de su obligatoriedad. Aunque la costumbre se encuentra con mucha mayor frecuencia en el ámbito del derecho privado, lo cierto es que han existido históricamente y perviven en la actualidad costumbres constitucionales, que regulan determinadas materias institucionales de rango constitucional. El caso típico de regulación constitucional no escrita es la constitución inglesa, basada en su mayor parte en costumbres constitucionales unánimemente respetadas (aunque no escritas).
En sistemas como el español en los que la reforma de la Constitución es muy difícil, la instauración de una costumbre constitucional permite introducir elementos de mejora y flexibilidad. Uno de estos elementos que podría introducirse en el sistema constitucional español sería la limitación de los mandatos de las cabezas del poder ejecutivo. Se trata de un tema de la máxima actualidad (véanse los casos recientes de Honduras, Venezuela y Colombia, en los que el tema de la reelección presidencial ha estado en el centro del debate político) y podría ciertamente introducir un elemento de calidad democrática en nuestro sistema.
En el momento actual, la instauración de esta costumbre constitucional presenta una coyuntura excepcional ya que, después de la autolimitación de J. M. Aznar de su mandato como Presidente del Gobierno a ocho años, bastaría con que el Presidente Zapatero anunciase su compromiso de no estar más de dos legislaturas al frente del Gobierno. Este hecho, que encumbraría al Presidente del Gobierno actual por su altura de miras, significaría la consolidación de la costumbre constitucional.
Como costumbre y no como parte de la Constitución escrita vivió la limitación a dos mandatos en EE.UU. hasta que quedó consagrada en la 22 Enmienda en 1947, siendo respetada escrupulosamente por todos los presidentes norteamericanos como una obligación constitucional.
Así que está en manos del Presidente Zapatero producir este cambio duradero en el funcionamiento del poder ejecutivo. ¡Con 8 basta!