viernes, 31 de julio de 2009

Aqua Conclusa

Limitar la duración de los mandatos de nuestros dirigentes políticos. Esta es, en síntesis, la razón de ser de este blog. Poco a poco intentaremos ir desgranando la problemática y actualidad, las virtualidades y dificultades de aplicación de esta propuesta política. Ahora nos interesa señalar, para empezar y en los términos más generales, una verdad que podemos observar en todos los ámbitos de la vida (no sólo en la política). Y es que, como reza el aforismo latino del que hemos tomado el título de esta entrada, el agua estancada se corrompe con facilidad: aqua conclusa facile corrumpitur.
Y es que lo natural es el cambio. Las estructuras sociales humanas viven de un cierto equilibrio de estabilidad y cambio y, en cuanto creaciones culturales, pueden oponer mayor resistencia al cambio, anquilosarse, etc. Pero no es bueno que así sea... Es bueno por el contrario y para esas mismas estructuras que, de vez en cuando alguien abra las ventanas de par en par y ventile nuestros espacios vitales, que aporte nuevos enfoques e ideas, que sea capaz de repensar los fundamentos de nuestro común vivir, que haga, al fin, una crítica de lo existente para que reformulemos ese equilibrio entre estabilidad y cambio y nos preguntemos qué cosas deben pervivir y cuáles debemos cambiar.
Esto es lo natural. En el mundo político, es sano. Limitar los mandatos de los dirigentes políticos equivale a ese acto de abrir las ventanas periódicamente para permitir el cambio.
Lo contrario es el inmovilismo y el agua estancada... que se corrompe con extraordinaria facilidad...

martes, 28 de julio de 2009

George Washington en los Inicios de la Democracia Moderna

En ocasiones, una creación humana alcanza, ya en su forma primera, algunas notas cuya perfección no deja de sorprendernos pasados muchos años. Esa perfección sólo puede ser achacada a una suerte de genial intuición surgida de las cabezas de los hombres que hicieron realidad aquella creación. Produce una admiración mayor aun, cuando esa realización humana tiene un carácter práctico y no puramente teórico, ya que aquellos hombres supieron prever qué cosas serían precisas y convenientes para que esa creación, en cuanto materia viva, se desarrollara y siguiera, en su crecimiento, fiel a los principios queridos en su fundación. Cuando la creación atañe a la vida social y requiere la participación y concurso de otros hombres, la admiración se transforma en puro asombro por el hecho de que dicha creación haya podido ser llevada a cabo.
Una de las notas que causa admiración y asombro en el nacimiento de la primera democracia moderna -la de los Estados Unidos de América- es la intuición genial de uno de sus padres fundadores referente a la limitación de los mandatos de las más altas magistraturas del Estado. En efecto, fue George Washington, el primer Presidente de los EE.UU., el que con asombrosa clarividencia intuyó que es preciso poner límite a la duración de los cargos públicos para el correcto funcionamiento de las instituciones democráticas. Y sólo de intuición puede calificarse, porque, siendo el primer Presidente de la república norteamericana, no puede afirmarse que derivara esta norma política de algún tipo de experiencia negativa anterior de duración excesiva de una persona o personas en sus cargos.
La última cosa que admira en Washington es que creó la norma por el sencillo expediente de... aplicársela a sí mismo: renunciando a su tercer madato y creando, así, en los Estados Unidos la costumbre constitucional (no escrita) de que los presidentes estuvieran en su cargo un máximo de dos mandatos.
¡Cuántos querrían ser recordados por esa clarividencia... y por esa magnanimidad!

sábado, 25 de julio de 2009

Empieza a andar Con 8 Basta

Comienza su andadura el blog Con 8 Basta. El objetivo de estas páginas será el de intentar colocar en el debate público la cuestión de la limitación de la duración de los mandatos de nuestros gobernantes. Como título, hemos elegido un pequeño guiño a una serie de televisión de hace unos cuantos años, de la cual, claro está, nos interesa únicamente la cifra de ocho. Y, en nuestro caso, la referencia no tiene que ver, como en la serie, al número de hijos que tenía la familia protagonista de aquella serie, sino el número de años que, entendemos, debería limitar la acción de gobierno de nuestros mandatarios. Los ocho años responden a la tradición de limitación temporal del mandato de los presidentes de los EE.UU., que ha pasado a ser un clásico en la materia y de ellos nos interesa más la limitación que el número concreto de años, que podrían ser más o menos, pero que, en este caso, interesa la autolimitación a que, a nuestro entender, deberían someterse las cabezas de los órganos ejecutivos tanto a nivel nacional como autonómico y local.