Limitar la duración de los mandatos de nuestros dirigentes políticos. Esta es, en síntesis, la razón de ser de este blog. Poco a poco intentaremos ir desgranando la problemática y actualidad, las virtualidades y dificultades de aplicación de esta propuesta política. Ahora nos interesa señalar, para empezar y en los términos más generales, una verdad que podemos observar en todos los ámbitos de la vida (no sólo en la política). Y es que, como reza el aforismo latino del que hemos tomado el título de esta entrada, el agua estancada se corrompe con facilidad: aqua conclusa facile corrumpitur.
Y es que lo natural es el cambio. Las estructuras sociales humanas viven de un cierto equilibrio de estabilidad y cambio y, en cuanto creaciones culturales, pueden oponer mayor resistencia al cambio, anquilosarse, etc. Pero no es bueno que así sea... Es bueno por el contrario y para esas mismas estructuras que, de vez en cuando alguien abra las ventanas de par en par y ventile nuestros espacios vitales, que aporte nuevos enfoques e ideas, que sea capaz de repensar los fundamentos de nuestro común vivir, que haga, al fin, una crítica de lo existente para que reformulemos ese equilibrio entre estabilidad y cambio y nos preguntemos qué cosas deben pervivir y cuáles debemos cambiar.
Esto es lo natural. En el mundo político, es sano. Limitar los mandatos de los dirigentes políticos equivale a ese acto de abrir las ventanas periódicamente para permitir el cambio.
Lo contrario es el inmovilismo y el agua estancada... que se corrompe con extraordinaria facilidad...