Hojeando el otro día la revista National Geographic descubrí lo que es el efecto Stroop. Se trata de un error o dificultad de percepción que nos causa la contradicción entre el contenido semántico de una imagen y la imagen misma: por ejemplo, cuando la palabra verde aparece en amarillo o en otro color. Esa contradicción parece producir en nosotros cierta perplejidad que hace que tardemos más tiempo en identificar correctamente la imagen que vemos.
Y fue aprender lo que era el efecto Stroop y venirme inmediatamente a la memoria la Ley de Transparencia que ha propuesto recientemente el Gobierno. Porque uno lee la palabra transparencia y enseguida la asocia con ciertas cosas que configuran su significado (no sé: acceso abierto a documentos públicos, posibilidad de intervenir/opinar en la elaboración de normas, toma de decisiones abierta y no en reuniones privadas con grupos de interés, etc.). Mi perplejidad venía dada en este caso porque ese contenido semántico no encajaba en absoluto con casi todo lo que está haciendo el Gobierno en estos tres meses y pico que lleva en el poder. Y esta perplejidad, me parecía a mí, era muy parecida a la producida por el efecto Stroop.
Y no es que este efecto se haya producido sólo con la Ley de Transparencia (muy significativo –y mucho más grave- han sido también los intentos de Rajoy de convencernos de su firmeza para cumplir con los objetivos del déficit, mientras se hacían toda una serie de rectificaciones – del 4,4% inicial se pasó al 5,8%, para luego quedarnos en un igualmente firme 5,3%). Pero digamos que con una norma sobre transparencia uno habría esperado que el efecto Stroop no se produjera. No sé, sería como si me dijesen: -Pasa, la puerta está abierta. Cuando ves perfectamente que la puerta está cerrada… O me quieren engañar… o el que lo dice es que se cree que de verdad la puerta está abierta.
Y es que la transparencia es sobre todo una actitud. Mucho más que una norma. Y difícilmente recordaremos un período menos transparente en la Historia reciente de nuestro país que estos primeros meses del Gobierno del PP. En parte amparados por la urgencia del momento, se toman medidas cada viernes de forma sorpresiva y sin contar con los interesados ni con nadie. Esas ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros –que recuerdan algo a las pelis de suspense- son la mejor escenificación de la falta de transparencia.
Y fue aprender lo que era el efecto Stroop y venirme inmediatamente a la memoria la Ley de Transparencia que ha propuesto recientemente el Gobierno. Porque uno lee la palabra transparencia y enseguida la asocia con ciertas cosas que configuran su significado (no sé: acceso abierto a documentos públicos, posibilidad de intervenir/opinar en la elaboración de normas, toma de decisiones abierta y no en reuniones privadas con grupos de interés, etc.). Mi perplejidad venía dada en este caso porque ese contenido semántico no encajaba en absoluto con casi todo lo que está haciendo el Gobierno en estos tres meses y pico que lleva en el poder. Y esta perplejidad, me parecía a mí, era muy parecida a la producida por el efecto Stroop.
Y no es que este efecto se haya producido sólo con la Ley de Transparencia (muy significativo –y mucho más grave- han sido también los intentos de Rajoy de convencernos de su firmeza para cumplir con los objetivos del déficit, mientras se hacían toda una serie de rectificaciones – del 4,4% inicial se pasó al 5,8%, para luego quedarnos en un igualmente firme 5,3%). Pero digamos que con una norma sobre transparencia uno habría esperado que el efecto Stroop no se produjera. No sé, sería como si me dijesen: -Pasa, la puerta está abierta. Cuando ves perfectamente que la puerta está cerrada… O me quieren engañar… o el que lo dice es que se cree que de verdad la puerta está abierta.
Y es que la transparencia es sobre todo una actitud. Mucho más que una norma. Y difícilmente recordaremos un período menos transparente en la Historia reciente de nuestro país que estos primeros meses del Gobierno del PP. En parte amparados por la urgencia del momento, se toman medidas cada viernes de forma sorpresiva y sin contar con los interesados ni con nadie. Esas ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros –que recuerdan algo a las pelis de suspense- son la mejor escenificación de la falta de transparencia.
Pero quizá el mejor ejemplo de lo que trato de decir es la proyectada reforma de los reguladores: hecha de prisa y corriendo, sin contar con la sociedad civil ni con nadie, bajo la sospecha de estar hecha al servicio de una de las mayores empresas de nuestro país a cambio de favores personales, sin que se haya publicado todavía el Anteproyecto de Ley… ¿Y nos hablan de transparencia…?
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