sábado, 30 de abril de 2011

El Relato de Rajoy

Señalábamos el otro día, al hilo de un artículo de J. Subirats en El País, la importancia de que los poderes públicos y los partidos políticos vertebren sus mensajes en un relato dotado de una cierta coherencia, para que sirva de guía a la opinión pública y de marco de las acciones de gobierno y oposición.
Esta idea lleva con gran facilidad a la crítica de las acciones y mensajes de los gobiernos actuales (el de Artur Mas, el de Zapatero, etc.). Pero es igualmente aplicable a la oposición a esos mismos gobiernos. La oposición, a la que se supone una aspiración de alcanzar el gobierno, también debe ofrecer un relato a la opinión pública. Este relato típicamente debería contener una lectura/interpretación de la situación actual (normalmente crítica) y una visión del futuro, una promesa de cambio, etc. Y debe hacerlo exactamente por las mismas razones que el Gobierno: movilizar a sus partidarios y seducir a otros sectores de la opinión pública con su visión de cara al porvenir.
Reconozco que son consideraciones un tanto de Perogrullo y no sería realmente necesario hacerlas si no viéramos cada día su negación. Y el caso más flagrante de renuncia al propio discurso y a ofrecer a la opinión pública esa narrativa es el del opositor Partido Popular español. Veamos brevemente porqué esta decisión es errónea:
1. En primer lugar, el silencio sobre cuál piensan que debería ser el desarrollo futuro de nuestra sociedad y sobre la orientación de su futura acción de gobierno impide al Partido Popular y a su líder, M. Rajoy, ganar nuevas adhesiones a su proyecto político. Renunciar a conseguir adhesiones/votos es un comportamiento que uno no está acostumbrado a esperar de un partido político, pero…
2. Este silencio deja toda la iniciativa en manos del rival. No creo que haya muchos expertos en comunicación que recomienden esto a sus clientes, pero alguien parece estar aconsejando así al PP. Y no cabe duda de que ese rival intentará proponer un discurso alternativo frente al silencio de los populares (lo cual, unido a un buen candidato, podría hacer renacer las esperanzas de los casi-desahuciados socialistas).
3. Los populares se equivocan también con su silencio puesto que no pueden sacar a relucir uno de sus atributos positivos: el de la eficacia. Efectivamente, sea cierto o no, el hecho es que la opinión pública española atribuye al Partido Popular una mayor capacidad para gestionar correctamente la economía (“son mejores gestores”), frente a los socialistas que serían mejores redistribuyendo y aplicando políticas sociales. De nuevo: si el PP calla, si carece de discurso, nadie puede llegar a la conclusión de que “serán ellos los que nos saquen de la crisis”.
4. Y es que es precisamente en tiempos de crisis cuando el relato se hace más necesario. Las contiendas electorales del próximo año y pico van a estar muy centradas en la crisis (y en las posibles vías de salida de ésta) y en ellas ganará el que tenga el mejor relato hacia el futuro; el que sea percibido por la opinión pública como “el que nos saque de la crisis”.
5. En cualquier caso, el Gobierno entrante (sea del PP o del PSOE), como ha demostrado el caso de Mas en Cataluña, tiene tanta necesidad de relato como antes de llegar al poder. Por la sencilla razón de que, gane quien gane, serán necesarias dolorosas políticas públicas de ajuste y será preciso explicar a los ciudadanos porqué se priorizan unas cosas sobre otras.

Lo contrario, lo que está haciendo el PP de Mariano Rajoy, esperar que “caiga” el Gobierno socialista por el propio peso de la crisis económica es una estrategia que también tiene sus riesgos. Parafraseando a Churchill, se podría decir que la opción de Mariano Rajoy y el Partido Popular es hoy por hoy, para una mayoría de votantes, la peor opción posible… a excepción de todas las demás.

viernes, 29 de abril de 2011

Impresiones de un Elector Madrileño

1. A Aguirre y a Gallardón no les puedo votar porque llevan ya sus ocho añitos en el gobierno… y ¡con 8 basta! (si ganan y acaban sus mandatos habrán estado ¡12 años en el poder…!). Bueno y porque, además, hace tiempo que está claro que la gran preocupación de Aguirre y Gallardón no son los madrileños sino las carreras políticas de, respectivamente, Aguirre y Gallardón…


2. De todos los malos candidatos que ha presentado el PSOE a la Alcaldía de Madrid en los últimos años, Lissavetzky es, quizá, el que más pereza da (¿ha realizado alguna propuesta para la ciudad…?). Tomás Gómez es ese tipo ambicioso que sonríe poco: pero de él da miedo sobre todo sus propuestas con algún contenido económico: vamos, que no parece haber entendido nada de la crisis ni extraído ninguna lección útil. Resumiendo: que Lissavetzky me da sueño… y Tomás Gómez me lo quita.


3. IU: sin datos. ¿A quién presentan a las elecciones…?


4. UPyD a veces mola… y a veces parece que estás escuchando al General Perón. No parecen tener ninguna propuesta concreta para la ciudad ni para la Comunidad de Madrid, pero por otro lado a lo mejor estaba bien que sacaran un buen resultado para que su proyecto se consolide a nivel nacional… Pero, joe, qué difícil se me hace votarles desde que parece que les apoya Pedro J. Ramírez…


5. Ciudadanos (C´s) ha hecho, con la candidatura de Víctor Domingo, un ejercicio de oportunismo propio de esa vieja política que dice repudiar, intentando pescar en el río revuelto de la indignación popular contra la llamada Ley Sinde.


Dios, ¿qué votar, pues, en las próximas municipales y autonómicas…?

domingo, 24 de abril de 2011

Comunicación Política en Tiempos de Crisis

Señalaba recientemente Joan Subirats en un excelente artículo en El País la importancia que tiene para los poderes públicos establecer un relato coherente de su acción de gobierno, para que pueda ser entendida por sus partidarios y sea capaz de ganar nuevas adhesiones. Este relato, me atrevería a añadir yo, debe ser no sólo coherente, sino hasta cierto punto ilusionante y volcado hacia el futuro…
A la luz de esta afirmación, J. Subirats analiza con gran acierto el desbarajuste que, desde el punto de vista de la comunicación, están siendo los primeros meses del Gobierno de Artur Mas: mensajes cruzados e incoherentes de diferentes agencias gubernamentales, desmentidos variados, mala administración de los tiempos, etc. Actuaciones que han dado como resultado que la opinión pública saque la impresión, sin duda no deseada, de que el Gobierno de la Generalitat está haciendo lo de Robin Hood… pero al revés: introduciendo recortes en servicios esenciales (sanidad, educación, etc.) al tiempo que recorta impuestos a los ricos (supresión del impuesto de sucesiones, bajada del IRPF para las rentas más altas, etc.).
Pero el ejemplo catalán no es el único. A nivel nacional hemos visto un ejemplo quizá todavía más flagrante de desastrosa comunicación política: la del cambio de rumbo del Gobierno Zapatero. Aquí hemos podido presenciar los desmentidos, la sensación de improvisación y de un equipo superado por las circunstancias, el desconcierto entre las propias filas por atacar principios y políticas defendidas a capa y espada hasta un momento dado: una comunicación, en fin, tan caótica que amenaza con arrastrar al partido socialista a una catástrofe electoral sin precedentes…
Ambos ejemplos, no hacen sino corroborar lo que decíamos al principio: o el mensaje es claro y coherente y ofrece algo (una idea del futuro, una esperanza creíble) o la comunicación de la institución puede naufragar. Y muestra a las claras que la importancia de esta regla es todavía mayor en tiempos de crisis, en los que los poderes públicos han de pedir sacrificios a los ciudadanos y priorizar unas políticas públicas sobre otras. Como señala Subirats, el único modo de generar consensos es proponer un relato hacia el futuro, una idea de desarrollo de la sociedad que incorpore los sacrificios presentes como un paso de un futuro mejor.
Pero comunicar, claro está, no lo es todo en política: hay que actuar también… Pero sobre esto otro día.